SPOILER: Este artículo contiene spoilers sobre Life is Strange y The Last of Us
Desde hace décadas Estados Unidos tiene el monopolio de la industria cultural. La mayoría de la música, películas, cómics y videojuegos que consumimos provienen de ese país o tratan de imitar su ideología y valores de producción. Esto es un problema por dos motivos: En primer lugar porque los creadores de contenido abandonan cualquier intento de definir, expresar y compartir su identidad y rasgos autóctonos. En segundo lugar porque reproducen un aparato ideológico conservador que fue creado y es sostenido por viejos fachos y chotos. Por ejemplo, el jurado de los Oscars está compuesto por una mayoría abrumadora de hombres blancos de más de 60 años.
Otros ejemplos del conservadurismo de la industria cultural estadounidense son el Hays Code y el Comics Code Authority, unos códigos de la industria cinematográfica y de la historieta que definían el lineamiento moral que debían seguir todas las obras que quisieran ser comercializadas. Ambos códigos fueron creados por los directivos de las industrias, temerosos de que los grupos que reclamaban a favor de la censura les diesen mala publicidad y redujesen sus ventas. El Hays Code se adoptó en 1934, el Comics Code Authority en 1954. Si bien ninguno de los dos códigos sigue vigente en el sentido formal, el lineamiento ideológico propuesto por estos códigos se perpetúa en la industria cultural moderna. Una de sus formas es el uso del [itg-glossary glossary-id=”779″]trope[/itg-glossary] Bury your gays (Entierren a sus gays).
El trope consiste en matar a uno o a todos los personajes que estén participando de una relación no heterosexual. Mientras menos se note que los personajes son gays y están en una relación, más posibilidades tienen de sobrevivir. Un ejemplo notable en la cultura popular es la muerte de Tara, la novia de Willow, en la serie Buffy the Vampire Slayer. Entre los ejemplos en el mundo de los videojuegos se encuentran la muerte de Chloe, el interés amoroso de Max, en Life is Strange (Dontnod Entertainment, Francia, 2015) y la muerte de Riley, la novia de Ellie, en The Last of Us (Naughty Dog, Estados Unidos, 2014). Todas estas relaciones son tratadas de forma respetuosa, realista y emotiva hasta que caen en el uso del trope, ya sea de forma intencional o accidental.
Otro trope que se instauró con el uso del Hays y el Comics Code es el Sissy Villain (Villano Marica), villanos de género masculino con atributos tradicionalmente femeninos. Él de las Chicas Superpoderosas y la mayoría de los villanos de Disney son los ejemplos más representativos. Como los códigos estipulaban que todos los villanos debían ser castigados, muchas veces con la muerte, el trope se usaba para caracterizarlos como homosexuales y acentuar su vileza. De esa forma se esperaba que los castigos se sintiesen doblemente merecidos. Pensemos que muchos hombres tienen miedo de “sonar gay”, que hasta los 90 la homosexualidad era considerada una enfermedad por la OMS y que en la actualidad funcionan campamentos donde torturan adolescentes para “curar su homosexualidad” en varios lugares del mundo. En una sociedad en la que todavía se estigmatizan las relaciones que escapan a la heteronorma, no deberíamos permitir que nuestros productos culturales refuercen esa estigmatización.
Sin embargo, juegos como Life is Strange que nos hacen reflexionar sobre temas como el bullying y el derecho a la eutanasia con un enfoque progresista, también obligan al jugador a elegir entre sacrificar la vida de su novia o cometer genocidio contra el pueblo en el que viven. Que en el siglo XXI sigamos enviando el mensaje de que las parejas del mismo sexo no pueden funcionar o están compuestas por psicópatas es una re-cagada.
También es preocupante que cuando la industria de videojuegos toma pasos positivos para mejorar la situación, un porcentaje del público reacciona de la misma forma que los grupos que alentaron la creación del Hays y el Comics Code. Por ejemplo, cada vez que Bioware crea un juego más inclusivo que el anterior, se tiene que fumar a un ejército de chaboncitos nerds y heterosexuales indignados porque se sienten menospreciados. Ese menosprecio no pasa porque un personaje homosexual bardea al jugador por su heterosexualidad, sino porque un miembro homosexual del [itg-glossary glossary-id=”426″]party[/itg-glossary] por ahí, en una de esas, le puede tirar onda de forma bastante respetuosa.
Mientras que Bioware se banca los trapos, otras empresas se negaron a publicar Remember Me (Dontnod Entertainment, Francia, 2013) porque sus empresarios creen que un videojuego con protagonistas femeninos no vende. Si bien varios artistas del medio siguen empujando para conservar su libertad creativa, la idea de que el medio le pertenece a los hombres blancos y heterosexuales está engarzada en la cultura popular y en la mente de los empresarios a cargo de financiar el crecimiento de la industria. Lo peor es que cuando nos ponemos a analizar la historia de otras industrias culturales emergentes, nos damos cuenta de que este sesgo cultural no es nuevo y pasó en la industria de los cómics, que dejó de apuntar sus obras a un público diverso con la implementación del código.
La experiencia nos enseña que ir en contra de la diversidad atrasa a cualquier medio y nos perjudica a todos. La mayoría de las publicaciones independientes colapsaron por culpa del Comics Code y por muchos años la historieta quedó encasillada como “algo para nenes”. En un ejemplo más reciente, un grupo racista conocido como los Sad Puppies alteró las votaciones de los Hugo Awards, uno de los premios más reconocidos de la literatura de ciencia ficción, porque no querían que fuese más diverso. Las consecuencias fueron el desprestigio del premio y la nominación del escritor de erótica Chuck Tingle que boludeó a los Sad Puppies y decidió mandar a Zoe Quinn a recibir el Hugo en su lugar en caso de ser el ganador.
Es importante que nosotros, los que hacemos o queremos hacer videojuegos, entendamos que los juegos son para todos, que no podemos renunciar a nuestra identidad, ni estigmatizar a otros seres humanos para complacer a un segmento del mercado. Deberíamos aprovechar nuestra juventud como medio para cuestionar y dejar de lado las cosas nocivas que otros medios dieron por sentado. Dejar de enterrar a nuestros gays es un buen punto de partida.
1 comentario en "(No) Entierren a sus gays"
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