Indefinida

Traducción al castellano de Unsettled de Bruno Dias, publicado originalmente en su blog Segue el 17 de febrero de 2016.

Ayer, en &if, alguien me preguntó si nos atraía la [itg-glossary glossary-id=”1080″]IF[/itg-glossary] por su estatus como “arte marginal”.

Realmente no me interesa definir el arte marginal, o meterme en la discusión sobre si la IF califica. Pero respondí que siento que me atraía la IF porque es indefinida.

Y entonces tenía que agarrar y escribir un post sobre qué, exactamente, quiero decir con eso.

El lugar natural para empezar esta explicación, por supuesto, es mi época en la escuela de cine. Pasé una buena porción de mi vida como joven adulto tratando de entrar en la industria cinematográfica. No pasó, por muchísimas razones, mayormente fuera de mi control. Pero hoy en día me doy cuenta de que probablemente no era para mí, de todos modos; y de muchas maneras, si me arrepiento de algo ahora, es de no haber elegido mi curso actual mucho antes.

Pero para explicar por qué, tengo que volver a la idea de una escuela de cine en primer lugar. La escuela de cine de la [itg-glossary glossary-id=”1081″]USC[/itg-glossary], la primera en Estados Unidos, no se fundó sino hasta 1929; y la educación superior en realidad no se puso al día como vía para volverse un cineasta calificado hasta los 1950s y 60s. La primera generación de directores que se habían educado principalmente en escuelas de cine adquirió importancia en los 1970s.

En los días más tempranos del cine, hacer películas todavía no se había profesionalizado. Los cineastas venían más que nada de los rangos de los fotógrafos: la misma por entonces una profesión relativamente nueva que no tenía mucho en lo que respecta a infraestructura académica construida alrededor. Pero los cineastas también eran ingenieros, pintores, carpinteros, arquitectos, diseñadores, coreógrafos, directores de teatro, actores, filósofos, matemáticos. Dziga Vertov estudió en un conservatorio y escribió poesía antes de involucrarse en el cine; Luis Buñuel anduvo por la Universidad de Madrid, estudiando agronomía, ingeniería y filosofía.

La primera ola de profesionalización no fue la educación superior, sino la mentoría dentro del sistema de estudios cinematográficos. Hitchcock apareció a través de este sistema, empezando como diseñador de tarjetas de título. Conseguías un trabajo haciendo algo relativamente bajo (capataz, operador de la claqueta), aprendías un oficio técnico (iluminador de set, operador de cámara) y luego seguías subiendo hacia una posición creativa (director de fotografía, editor). Si lo hacías bien, o tenías suerte, o tenías las conexiones correctas (usualmente las tres), podías terminar dirigiendo o produciendo películas.

La segunda ola de profesionalización fueron las primeras escuelas de oficio que enseñaban a la gente cómo hacer películas; y luego, la educación superior enfocada en el cine o comunicaciones. Cada capa sucesiva de educación profesional benefició, por sobre todo lo demás, a los estudios. Creó un cuello de botella de talento que podían aprovechar, eficiente y predecible, una infraestructura que producía el trabajo hecho escaso del que dependían para hacer su producto; fue una mejora genial sobre el sistema caótico previo de gente peleando por subir de rango. En los 1970s, la primera generación de “mocosos de escuela de cine” prácticamente salvó a Hollywood de su ruina autoinflingida.

Pero, esta enorme bendición para el Capital que controla el cine industrial fue una pérdida enorme de diversidad y vitalidad en el medio. La élite creativa actual, en el cine, está mayormente —no por completo, pero mayormente— conformada por gente con títulos; usualmente, en cine o comunicaciones. Muchos de ellos asistieron a un puñado de escuelas de cine prestigiosas.

Piensen todo lo que la universidad filtra: blancura, normatividad de género, afluencia, cuerpos sin discapacidad, salud mental. Obviamente gente de color y gente queer termina la universidad todos los días; pero, mayoritariamente, las universidades son instituciones de filtro para las fuerzas sociales dominantes. Si fueras a diseñar deliberadamente una institución que filtrara a las personas marginalizadas, pobres, discapacitadas o con enfermedades mentales, te podría salir mucho peor que si inventaras una universidad: Un proceso caro que prácticamente impide trabajar para vivir, que involucra interacciones sociales demandantes y niveles altos de energía todos los días, y subsume a la gente constantemente al juicio de figuras de autoridad arraigadas con poder mal especificado.

Y al mismo tiempo, este cuello de botella de trabajo educado excluye a la gente de un trasfondo ajeno a este mundo. El ideal normalizado de un equipo de filmación —como en muchos otros lugares de trabajo— es el de un grupo de gente que, para ser algo hiperbólico, básicamente piensa de la misma manera. Más al punto, vienen generalmente de la misma clase: Son gente blanca afluente; en la industria cinematográfica, tirando muy a masculina por si fuera poco. Esto no es un accidente de la dependencia de la industria en un sistema de educación superior pesadamente sesgado por clase y raza; es una realidad en la que tanto la industria como la academia tienen plena complicidad.

Así que si me preguntan qué me atrae de la IF: Tanto los juegos como la literatura tienen una educación profesional relativamente subdesarrollada. La IF, al ser la hijastra rara de las dos, no tiene ninguna. No hay escuelas sospechosas con ánimo de lucro ofreciendo cursos de dos años en escritura de ficción interactiva; no hay programas de [itg-glossary glossary-id=”1082″]MFA[/itg-glossary] pretenciosos e imposiblemente exclusivos para gente que quiere tener éxito en la escena [itg-glossary glossary-id=”470″]Twine[/itg-glossary].

Sostengo que esto es para bien, y al punto de que me siento ambivalente con respecto a la presencia de la academia en el campo. ¿Estaríamos mejor en un mundo en el que [itg-glossary glossary-id=”1083″]Porpentine[/itg-glossary] tuviera que demostrar, obteniendo alguna clase de título, que está calificada para trabajar? ¿Pensamos que obras como la suya tienen espacio en cualquier rincón de un campo creativo dominado por la producción industrial de productos que conforman con las demandas del Capital y que son hechos por la gente que ha sido marcada por el Capital como fuentes apropiadas de trabajo?

Esto, también, es importante para la comunidad. Parte de la razón por la que considero a &if exitoso, y en esto es quizá un microcosmos de la comunidad completa, es que estamos teniendo conversaciones que nadie más está teniendo. Entre nuestros regulares, me cuento a mí (un desertor de escuela de cine y radical de izquierda); dos clasicistas entrenadas; una crítica de música; una trabajadora sexual; varios programadores con diferentes trasfondos; varios no programadores; un mormón conservador; gente que vive en al menos cuatro continentes; gente en el espectro completo desde hobbistas mojándose los pies a gente que vive de la IF y trabajos relacionados. Hay una fecundidad que ocurre en un espacio verdaderamente diverso como ése.

Esto no busca, por favor, borrar o negar la realidad de los filtros. Los filtros ocurren, siempre me llena de tristeza verlo, y me preocupo por detenerlo donde puedo (véase: &if).

Pero, incluso contra las realidades estructurales que hacen que no sea así, la IF aún se siente como un campo en el que cualquiera puede entrar y hacer cosas que importan. Es de vital importancia que espacios como ése existan, y creo que una de las grandes luchas artísticas de este siglo es encontrar maneras para que la gente pueda producir obras sustentablemente y vivir de ello sin poner al campo en un corral de ganado construido por el Capital.

Porque ésta es la gran y aterradora advertencia: Un montón de gente en el espacio general de los [itg-glossary glossary-id=”1084″]altgames[/itg-glossary] (en el que voy a poner a la IF a pesar de todo) ha logrado visibilidad y elogios constantes por su trabajo; pero no mucha de esa gente ha alcanzado la sustentabilidad. Si nos atrae la promesa creativa del campo, nos debería repeler su inseguridad. Ésa, sin embargo, es una conversación para otra ocasión.

El estatus de escritor —y más aún el estatus de “autor IF”— es más o menos enteramente autoproclamado. Esto es como debería ser; no deberías necesitar el permiso de alguien más para hacer cosas.